domingo, 3 de febrero de 2013


 Mi Madre Enferma de Alzheimer



Al atardecer se puso a la mesa con los “Doce… Mientras estaban comiendo tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y dándoselo a los discípulos dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo… y cantados los himnos salieron hacia el monte de los Olivos” Mt 26, 20-30

Sé que disfrutaste con la familia y los amigos, Jesús. Tuviste una entrada triunfal en Jerusalén y te reuniste con tus íntimos amigos para celebrar la Pascua. Gozaste de la comida, del vino, de la conversación y del canto. Tus amigos no eran conscientes de que tu ministerio llegaba a su fin. No se dieron cuenta de la sombra de Judas. En mi vida también hay una sombra que no realizan los otros y te la voy a contar…
Estoy desapareciendo. Padezco la enfermedad de Alzheimer. ¿Cuándo sabré que mi trabajo ha terminado? ¿Quedaré satisfecha? Mi sombra es una conciencia que se oscurece. Ya no puedo hacer muchas de las cosas que me satisfacían. No trabajo, no coso, no lavo la ropa, no limpio, ni siquiera compro las cosas que necesitamos. Dime Jesús: ¿qué quieres que haga con mi vida? Aunque te lo pregunto, mi espíritu me dice que el sentido de mi vida no cambia nunca. Supone vivir cada día lo mejor que pueda, con los dones y gracias que me concedes. Pero resulta duro cuando no puedes recordar.
¿Cuando tu vida llegaba a su fin, estabas preocupado? ¿Te confiaste en tu madre? ¿Cómo decidiste la persona con la que querías hablar, andar, estar en silencio? ¿Pediste más tiempo al Padre? ¿Te quedaste satisfecho con lo que habías conseguido? 
A los 30 años pensaba que había encontrado mi camino, el que tú querías que siguiera. Tú tenías esa edad cuando empezaste el que te llevó a la pasión, muerte y resurrección ¿Qué pensaste cuando te quedaban 30 días de vida? ¿Sentiste pena cuando pensabas que ibas a abandonar a tus amigos? Yo estoy abandonando a mis amigos, a mis vecinos, porque no recuerdo quienes son ¿Me olvidarán ellos? ¿Puedo dejar algo de mí para ellos, como tú hiciste con la eucaristía? Puedo dejarles amor, porque tú eres Amor y todos vivimos y respiramos en ti. Un viejo proverbio enseña que “amar es la memoria del corazón”.  Ayúdame a que mi corazón recuerde. 
Tengo 83 años y a pesar de mis miedos, estoy agradecida por los dones que has hecho llover sobre mi durante mi maravillosa vida. No recuerdo mucho de mi pasado, pero mi espíritu me dice que, la mayor parte, fue hermosa, aunque desde niña me hicieron trabajar fuertemente estoy agradecida. Me case y ahora tengo 9 hijos, siete mujeres y dos hombres.   Me considero afortunada con una hija que me acompaña y me tolera las veinticuatro horas del día.  Pido a Dios le regale mucha fortaleza y paciencia hasta el final de mis días.  
Algunas veces le digo cosas que no quisiera decirle, me enfado por nada, le digo malas palabras, soy agresiva, no agradezco sus excelentes atenciones y su compañía…Pero Tú Señor sabes que lo hago inconscientemente y tengo la certeza que Tú no me vas a tener en cuenta estas faltas.  Intento en mis momentos de lucidez, expresar mi amor con fuerza y con la mayor frecuencia posible. Creo que ese es el sentido de mi vida en estos momentos. Pero mis pensamientos están muy confusos. Hay tantas cosas que no recuerdo, que ya no comprendo. Cuando a veces pienso que mi vida es traicionada, como te pasaría a ti con Judas, pienso en lo más profundo de mi ser, que tú no me has abandonado y que no me abandonarás. Tu consuelo todavía me conforta. Amparito y yo íbamos a misa  durante la semana donde comulgamos. Ahora no puedo participar, tampoco, mi hija, por asistirme. Ella me da amor todos los días, todos los instantes. Noto tu presencia Señor, en su persona y me consuela. ¿Es éste su sentido en estos momentos? 
Cuando entraste en Jerusalén, la puerta de tu muerte, te uniste a los que entonaban cantos de alabanza. A mí me ha gustado cantar. Mi voz hoy está cascada pero pronuncio palabras de alabanza junto a ti todos los días y algunas veces las canto, cuando estoy en casa a través de la tv. Ayúdame Jesús, a rellenar el sentido de mi vida, así no recuerde muchas cosas. Dame Señor, fe, esperanza y amor para poder llevar a feliz término esta cruz de  mi enfermedad.
Regálame la lucidez necesaria para comunicarme contigo y con los que amo. Quítame la inseguridad y los nervios que me traicionan por ratos.
Te agradezco Señor el alimento que colocas en mi mesa, para recuperar mis fuerzas desgastadas por el trabajo, la enfermedad y el pasar del tiempo.
Gracias a todos los amigos que han estado pendientes de mí en esta larga y penosa enfermedad. El Señor los bendiga, acompañe y ayude siempre.
No se olviden de mí en sus oraciones, quiero que mi mente este lúcida nuevamente,aunque esta enfermedad es irreversible, para el Señor nada hay imposible.  

                                                   Amparo Rojas P.                                
 

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