NO AL ABORTO NO A LA EUTANASIA
En el día del juicio, Jesús dirá a los que estén a su derecha: "Vengan, entren en el Reino. Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estuve enfermo y me visitaron..." Y luego el Señor dirá a los que estén a su izquierda: "Apártense de mí, porque estuve hambriento y no me dieron de comer; estuve sediento y no me dieron de beber; estuve enfermo y no me visitaron". Y ellos le preguntarán: "¿Cuándo te vimos hambriento, sediento o enfermo, y no te asistimos? Jesús les responderá entonces: "Todo lo que no hicieron por el más pequeño de sus hermanos, tampoco lo hicieron por mí.”
Por eso, como decía la Madre Teresa
de Calcúta, hay que dar al hermano "hasta que nos duela." No es suficiente que
digamos: "Amo a Dios", sino que también tengo que amar a mi prójimo.
San Juan dice que soy un mentiroso si digo que amo a Dios y no ama a mi
prójimo. ¿Cómo puedo amar a Dios a quien no veo, si no amo al prójimo a
quien veo, a quien puedo tocar, con quien yo vivo? De ahí que sea tan importante
tomar conciencia de que el amor, para ser verdadero, tiene que
"dolernos" un poco. Debe ser un amor dispuesto a hacer todo lo que
esté a nuestro alcance, así nos cueste.
Hace cuarenta años fue legalizado el aborto en Estados Unidos y se me desgarra el alma de dolor al saber que no se ha terminado este día y se cuentan 751 abortos. No me puede caber en la cabeza que esta cantidad de criaturas indefensas hayan sido asesinadas por sus propias madres. Si ellas tuvieron la oportunidad de nacer, ¿por qué no le permiten a sus hijos nacer? ¿por qué hacen de sus vientres una tumba?
Encendamos una vela en la oscuridad, demos un buen consejo a tiempo, rompamos el silencio y digamos: ¡¡ No al aborto, no a la eutanasia, sí a la vida!!!
Elevemos una oración por esta causa.
El Señor los bendiga.
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